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Historia Económica y Social de México I

Alumnos, revisar los siguientes libros y diapositivas:

- "México Tenochtitlán, economía y sociedad en el siglo XVI. Colegio de Michoacán. F.C.E. México, 1988. Capítulos IV, VII y VIII.

- "Estructura económica de la sociedad Mexica. Victor M. Castillo F. Universidad Nacional Autónoma de México, 1996. Capítulos II, III y IV.

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 Los símbolos de la identidad mexicana fueron integrados en el relato que narraba la peregrinación desde el remoto Aztlán hasta la fundación de Tenochtitlán en 1325. De acuerdo con el mito fundacional, Huitzilopochtli le ordenó a los aztlantecas dejar su lugar de origen y buscar tierras más fértiles que reconocerían al encontrar: “la presencia de un águila agitando sus alas, parada sobre un nopal y desgarrando una serpiente”. Esa águila emblemática, representa la edificación de la gran ciudad lacustre de Tenochtitlán, es el símbolo que identificó y unió a los habitantes del reino mexica.Entre los múltiples mitos que se entretejen con la historia mexica, están los que relatan la lucha del sol, Huitzilopochtli, contra sus hermanos, la luna y las estrellas, de la que el sol resulta triunfador, surgiendo cada mañana como Cuautleuánitl, "el águila que asciende", y desapareciendo en el poniente como Cuauthémoc, "el águila que desciende".

 

Después de la fundación de Tenochtitlan hubo una era, según relatos aztecas, durante la cual la tribu fue gobernada por caudillos, y sólo después de ésta  comenzó la era monárquica, que se inició, según ciertas tradiciones, en 1376 con el primer rey Acamapich (tlatoani) y terminó en 1521, con la captura de Cuauhtémoc por los españoles, el decimoprimer monarca y segundo sucesor de Moctezuma II.

 

A partir de que los aztecas tuvieron un acercamiento a los tecpanecas de Azcapotzalco y con los culhuacanos , nació en ellos el deseo de poder alcanzar una forma de organización parecida a la de esos señoríos. Así fue como se eligieron a los primeros Tlatoque (tlatoani).

 

El tlatoani  cubre con su sombra; hace sombra; es un frondoso pochote; es un ahuehuete. Está lleno de valentía, lleno de autoridad, afamado, lleno de honor, renombrado, lleno de fama. El buen Tlatoani  lleva la carga en su espalda, en el regazo; es congregador de la gente; reúne a la gente. Obra como señor; lleva el caudal a cuestas; carga a la gente; lleva a la gente en el regazo; gobierna; es obedecido. Bajo su sombra, bajo su protección se resguarda la gente; preside a la gente; sostiene a la gente (Códice Maritense).

 

Para la elección del tlatoani se reunían los achcacauhtin y los tequihuaque, los tiacahuan, los oquichtin, y los jueces principales, los guardianes de Dios, los ofrendadores del fuego, los guedejudos; todos se concertaban en el gran palacio, en la corte; se congregaban para elegir al que los gobernaría. El voto debía recaer en uno de los pipiltin o nobles.

 

El desarrollo de la sociedad azteca dio lugar a la aparición de diversas formas de actividad como la de los grupos deidcados al comercio, que iban muchas veces a regiones lejanas para vender o intercambiar productos de la tierra y asimismo objetos manufacturados.

 

En México había una gran cantidad de entidades políticas independientes  que se diferenciaban tanto política como geográficamente. Las principales unidades económicas surgieron con el llamado Imperio Azteca, que solía recibir las tributaciones de algunos señoríos que se sometían, especialmente Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan eran las unidades paralelas. La ciudad de México era la sede del poder político y militar de Mesoamérica.

 

En la historia de los mexicas o aztecas se cuenta con el Tloque-Nahuaque, dueño del cerca y del junto, invisible como la noche e impalpable como el viento. Quienes recibían en los centros de educación las ideas acerca del Tloque Nahuaque, marchaban a la guerra para hacer cautivos que habían de ofrecerse al Sol-Huitzilopochtli, divinidad que había hecho de los aztecas su pueblo elegido.

 

Una de las principales  características de la organización económica  del México antiguo eran los organismos políticos. La estructura consistía en la dominación de un pueblo sobre el otro, basada principalmente en dos estamentos: los nobles (pipiltin) que formaban como personal de gobierno la clase dominante que controlaba los medios materiales de producción, y los plebeyos (macehualtin) que eran la clase trabajadora dependiente política y económicamente de la nobleza.

 

El tequitl -la obligación tributaria que cada individuo tenía según su oficio y clase social- significaba para los campesinos ante todo trabajar las tierras de las instituciones políticas (tlatoani, teteuctin) o individuos (pipiltin) de los que dependían. Las unidades básicas para el pago del tributo eran los barrios. El jefe del barrio, ayudado por los tequitlatos, estaba encargado de reunir los tributos para transferirlos a la cabecera de la provincia tribuaria, donde un calpixqui, funcionario del Estado mexica, se encargaba de su envío a la capital del imperio.

 

Durante esta época existían dos clases de tributos: i) el tributo real que los macehuales pagaban al gobernante supremos (tlatoani) y ii) el tributo que los campesinos pagaban a sus señores locales en caso de que dependiera de un noble (teuctli o pilli). 

 

Se localiza en Mesoamérica la existencia del comercio mediante plazas o tianguis (tianquizco),  así como de mercaderes (pochteca).

 

Cuatro clases fundamentales pueden distinguirse dentro de la organización social de los aztecas: la militar, la sacerdotal, la de los mercaderes y el común, que comprendía desde los agricultores hasta los esclavos.

 

Los antiguos mexicanos vivieron de la agricultura. Como los nahoa-chichimecas fueron, fueron originariamente hordas cazadoras y, aunque cultivaban el maíz, no era la base de su alimentación. Otra forma de cultivar eran las chinampas, verdaderas sementeras o huertos flotantes que, amarrados a la orilla de la isla, consistían en maderos unidos y cubiertos de tierra fértil, en la que sembraban principalmente tierras de hortaliza.

 

El Tlacatecuhtli tenía a sus órdenes los ejércitos de México, así como los de Tacuba y Texcoco, que lo obedecían en las cosas de la guerra; bajo sus órdenes había cuatro capitanes, a cuyas órdenes quedaban adscritos otros trece funcionarios que comandaban directamente las milicias o escuadrones del calpulli. Las órdenes guerreras más altas eran las de los Achcautin o caballeros puma; los Cuauhtin o caballeros águilas, y los Océlotl o caballeros tigres, cada uno con la insignia totémica animal (nahual).

 

Se consideraba como un pueblo al que su dios, el Sol-Huitzilopochtli, había elegido para llenar una misión cósmica, la de mantener el orden del Universo proporcionando al Sol la substancia mágica que contiene el corazón y la sangre del hombre. Sólo así alimentando, podrá el Sol seguir su camino diario y vencer a los poderes nocturnos y maléficos, representados por las innumerables estrellas del norte y el sur. Y con el Sol, los otros dioses necesitan ser también propiciados con el auto-sacrificio o la matanza de los prisioneros de guerra, que representan a las estrellas. Toda la organización social y política, está teñida de este sentimiento religioso.

 

Todos estos pueblos y provincias y ciudades populosas vencieron y desbarataron los valerosos varones: el gran Tlacaelel, Cuatlehuatl, Tlacahuepan, Tlatolzaca, Epcoahuatl, Tzompantli, Huehue Motecuhzoma, Huehue Zaca, Citlalcoatl, Aztacoatl, Axicyo, Cuauhtzitzimitl, Xiconoc, por cuya causa fue México engrandecido y temido y reverenciado y el nombre mexicano servido y acatado.

 

Y éstos dieron principio a las guerras para ser subidos, como lo fueron, y a quien daban grandes riquezas y tributos. Conviene a saber: gran cantidad de oro, así en polvo como en joyas; gran cantidad de piedras verdes de hijada y de piedras de cristal y cornerinas y de sangre, piedras de ámbar, y de mil géneros de piedras: que aquesta gente es aficionada en gran manera. 

 

Tenían cinco especies de moneda que servía de precio a sus mercaderías. La primera era una especie de cacao distinto al comestible, lo contaban como xiquipiles.

 

Entre los grandes logros del clásico mesoamericano se tiene el perfeccionamiento del sistema calendárico que llegó a ser de gran precisión, así como el desarrollo de las formas de escritura.

 

Fuentes: BDMX; SEP, León-Portilla,M.

 

 

LA CONQUISTA

 

En Tenochtitlan un día se corrió la voz de que habían llegado unas como torres o cerros pequeños flotando por el mar. En ellos venían gentes extrañas. Hombres con la piel clara y barbas largas.Moctezuma, nuestro señor de Tenochtitlan, estaba preocupado por hechos extraños que había soñado y se afligió aún más con estas noticias. Consultó a los sabios. Según los códices, había presagios de que por este tiempo iba a regresar el venerado dios Quetzalcóatl. Al partir, muchísimos años antes, así lo había anunciado.Nació en Moctezuma una duda. ¿Era ésta la tan esperada llegada de Quetzalcóatl? ¿Regresaban los dioses? Mandó embajadores a la costa para conocer a los recién llegados, para conversar con ellos y agasajarlos. Les envió maravillosos regalos: un disco de oro y otro de plata, con figuras del sol y la luna; joyas y piedras preciosas; muchas mantas y un traje ricamente bordado, por si fuera necesario engalanar al buen dios.Los embajadores se acercaron en canoas hasta los barcos. Subieron, y allí conversaron.Hablaban distintos idiomas: nuestros embajadores, el náhuatl; los blancos, quienes, más tarde supimos, eran españoles, una lengua llamada castellano. Los acompañaban los intérpretes: Malintzin, una joven indígena que hablaba las lenguas maya y náhuatl, y Jerónimo de Aguilar, un náufrago español que conocía el maya. Los españoles quisieron impresionar a los embajadores, y dispararon los cañones y unas armas más pequeñas; las llevaba cada uno y se llamaban arcabuces. El estruendo de los disparos causó pánico entre los embajadores.Nosotros no conocíamos las armas de fuego. Luchábamos con flechas, con lanzas y con los macáhuitl, una especie de garrotes con pedazos de obsidiana incrustados. Esta piedra tan dura la tallábamos para hacer puntas de flecha y joyas muy hermosas.os españoles, por su parte, recibieron con gran contento los regalos de oro. Trataron con amabilidad a los mensajeros, quienes regresaron presurosos a Tenochtitlan para informar a Moctezuma. Le mostraron las pinturas que habían hecho de los españoles, y le dieron noticia de cuanto habían visto.Moctezuma se intranquilizó más. Era difícil saber quiénes eran los extranjeros. Quizá fueran los dioses benignos. Pero también podían ser sólo enemigos. ¿Cómo saberlo? Moctezuma envió toda clase de magos y brujos a la costa para impedir que los de piel clara y barbas largas se acercaran a México-Tenochtitlan.Los españoles, sin embargo, desembarcaron y emprendieron una lenta marcha hacia nuestra ciudad.En el camino se aliaron con algunos pueblos y pelearon contra otros. Los tlaxcaltecas, con quienes los mexicas manteníamos de tiempo atrás una guerra permanente, enviaron antes a un grupo otomí para probar la fuerza de los que llegaban. Al ver que los otomíes fueron fácilmente vencidos, los tlaxcaltecas prefirieron hacer la paz con los españoles. Los recibieron como amigos. El viejo señor Xicoténcatl acordó la alianza con los recién llegados. Les contó que, camino a Tenochtitlan, en un pueblo cercano, vivían los cholultecas, peligrosos enemigos.Unidos, tlaxcaltecas y españoles emprendieron la marcha. Llegaron a Cholula, ciudad amiga de los mexicas, donde existían muchos templos. El principal de todos era una gran pirámide, tan alta que parecía un monte. Allí estaba el santuario del dios Quetzalcóatl.Nadie salió a recibirlos. Los de Cholula se reunieron en el atrio. Cuando todos estaban congregados, los españoles cerraron las entradas.En el gran patio, frente al templo, españoles y tlaxcaltecas juntos, atacaron a los cholultecas. Cerradas las salidas, nadie podía escapar.Fue una matanza brutal. Algunos creen que los españoles, al no haber sido recibidos, temieron caer en una emboscada. Los mexicas decían que este sorpresivo ataque fue promovido por los tlaxcaltecas. La noticia de la matanza se difundió por todas las regiones, creando temor y tristeza en los poblados. Nadie se interpuso a los españoles en el resto del camino. Siguieron su viaje y, a poco menos de siete meses de su desembarco, ellos y sus aliados pasaron por las faldas del Popocatépetl rumbo al valle donde se encontraba Tenochtitlan. Después supimos que, al acercarse a la ciudad, se maravillaron; lo que estaban viendo les parecía como un sueño.Moctezuma salió a su encuentro, acompañado por todos los grandes señores. Por medio de los intérpretes Malintzin y Jerónimo de Aguilar se dirigió a Hernán Cortés, el jefe de los españoles: —Señor nuestro, te has fatigado, te has cansado, has llegado a tu ciudad, a México-Tenochtitlan. Así habló Moctezuma.Cuando Moctezuma les devolvió la visita, lo retuvieron y luego lo convirtieron en su prisionero.Un día Cortés salió con parte de sus tropas. Moctezuma mismo le contó que habían llegado más españoles a la costa; éstos querían echar a Cortés para buscar ellos los tesoros de nuestras tierras y mandar sobre nosotros.Entonces, Cortés se fue a combatirlos. Parte de su gente se quedó en Tenochtitlan. Los mandaba Pedro de Alvarado.

 

Se acercaba un día de fiesta en el templo, y Pedro de Alvarado dijo que quería verla. La celebración se preparó durante muchos días. Las mujeres hicieron la imagen del dios con ramas y pasta de semillas de huauhtli, es decir, de bledos. Después la adornaron con plumas. Le pusieron escudo, manto y orejeras. Todos fuimos a la fiesta. Y comenzó la danza, que imitaba las ondulaciones de la serpiente.

 

De repente cesó la música. Los españoles, sorpresivamente, habían asesinado a un músico.Así empezó la matanza del Templo Mayor. Ahora nos perseguían a todos, herían y mataban a cuantos podían. No era una batalla. Nosotros no teníamos armas, sólo estábamos danzando en honor de nuestros dioses. Se trataba, pues, de una matanza a traición. Algunos pudimos escapar y dar la voz de alarma. Entonces, los españoles se refugiaron en el palacio.Ya no había ninguna duda: los extranjeros no eran dioses. Ahora sabíamos que eran bárbaros. Rodeamos el palacio y los atacábamos cada vez que intentaban salir. Aún tenían prisionero a Moctezuma. Cortés volvió a la ciudad y atravesó las calles para reunirse con sus amigos. Lo dejamos pasar. Nos pusimos de acuerdo en no hacernos ver. Después de varios días de pelea, una mañana encontramos el cuerpo sin vida de Moctezuma.

 

Entonces se difundió la epidemia: tos, granos ardientes, que queman

 

(Fuente: León-Portilla, Miguel)

 

 

El siglo XVI fue un periodo de bruscas y profundas transformaciones. En este siglo se colocaron los cimientos de la nación mexicana sobre las ruinas de los antiguos señoríos prehispánicos; en esta época clave las formas de organización y gobierno indígenas se utilizaron para establecer el nuevo dominio español. A lo largo de todo el siglo XVI los indígenas fueron la población mayoritaria, a pesar de la gran mortandad que causaron las epidemias. En los pueblos de indios, los caciques y nobles de antaño siguieron gobernando a sus comunidades. Los tributos que antes pagaban a los tlatoque y sacerdotes aztecas, ahora eran para los encomenderos, el rey y la Iglesia. La forma de vida indígena siguió basándose en sus cultivos ancestrales, aunque la introducción de animales domésticos como el cerdo y las gallinas enriqueció un poco su dieta. A pesar de la protección de las leyes españolas y de los frailes, los indígenas llegaron a ser víctimas del abuso de alcaldes, regidores, estancieros, hacendados, encomenderos y mineros, ávidos de riquezas y poder. En las ciudades se concentraban los europeos dedicados al comercio y al gobierno de la Nueva España, incluida la corte del virrey, que era el representante de la Corona española en la Nueva España. Además de las autoridades indígenas y españolas, existía un tercer poder: la Iglesia. Frailes y clérigos enseñaban el dogma y moral cristianos; regían en las fiestas y procesiones religiosas; abrazaban la construcción de Iglesias, conventos y capillas, y administraban los bienes de indígenas y españoles por medio de cajas de ahorro, así como el dinero de las cofradías dedicadas a algún santo.

 

A la conquista militar de México-Tenochtitlan siguió la conquista espiritual de sus pobladores. La fe cristiana, rápidamente asimilada por los indígenas, se fortaleció cuando la Virgen de Guadalupe se apareció en el cerro del Tepeyac

 

 

Revisar Capítulos IV, VII y VIII del libro "México Tenochtitlán, economía y sociedad en el siglo XVI. Colegio de Michoacán. F.C.E. México, 1988.

FUENTES: LEÓN-PORTILLA,  Miguel. "Aztecas-Mexicas: Desarrollo de una civilización originaria" ALGABA.

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